martes, 28 de agosto de 2012

Quería ser ella misma

Ella era una niña que siempre miraba la vida de otra forma. Dicen que perseguía hadas por el bosque contiguo a su pequeña casa, que la Luna la acunaba cada noche, que los ruiseñores le cantaban nanas. Cuentan también que disfrutaba en las noches de tormenta, escuchando cómo los rayos descargaban su electricidad en la veleta mayor del pueblo. Rumorean que su única compañía era un bonito gato de pelaje negro y grandes ojos azules. Nunca se acercó a los niños del pueblo, prefería la soledad, pues no le gustaba aparentar lo que no era, no le gustaba la idea de colocarse una máscara cada vez que paseara por la calle. Quería andar descalza por el bosque, sintiendo la fría hierba en su piel; quería ver el amanecer cada día, para que el Sol la bañase de alegría; quería que el viento moviese su pelo a su antojo, sin preocuparle cuantos enredos pudiera hacerle; quería tenderse en la hierba y ver las estrellas en el firmamento, tan brillantes y lejanas como siempre, y preguntarse si algún día, al ponerse de puntillas como solía hacer, las podría alcanzar con la punta de sus dedos. Simplemente, quería ser ella.

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