lunes, 7 de enero de 2013

Vivo sin vivir

En ese páramo cercado por afiladas verjas de hierro, frío, solitario, impenetrable. En la espuma del mar abandonada en la orilla. En cada palabra de despedida. En cada lágrima derramada. En cada uno de los sollozos que provoca una desilusión. Ahí se encuentra perdido mi corazón, desterrado por manos fuertes e impasibles. Sin brújula ni orientación alguna que pueda hacerle regresar a mi pecho. No, no tengo corazón. Ya lo único que me queda es un hueco en mi interior que anhela ser sellado porque sé que él jamás regresará a mí, porque las personas cambian cuando se desgarran sus sentimientos. Yo no soy más que un ser inerte que se desliza por las paredes del olvido, fingiendo sonrisas donde tengo la sensación de que hacen falta, sólo y únicamente para que aquellos seres con corazón puedan gozar del suyo más tiempo del que me permitieron a mí.

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