viernes, 1 de marzo de 2013

Tóxico. Déjà vu.

En el túnel de los recuerdos vas trazando círculos oblícuos con tu vuelo. Escondiéndote en cada hueco, en cada fisura de mi mente. Escapándote por los filos inacabados entre las líneas rectas que se cruzan, una sola vez pero no más. Escalando una llamarada intrépida y fugaz de luz, una descarga eléctrica provocada por el choque de mis neuronas. Déjà vu.
En otro hombre vi esos ojos de vasilisco. Quizás hace no mucho. O tal vez no... Hipnotizante danza de tus pupilas, grandes océanos negros que me ahogan sin piedad. Desembocadura del deseo. Puerta de la pasión. Remanso de ruido incesante que taladra mis ojos en mil pedazos. Electricidad.
Espiga que enrojece mi piel sin tregua. Escozor en los labios por besos que me reclaman. Cabello con complejo de tu refugio. Rayo.
Se entrelazan, se sumergen, se elevan, se separan. Almas indomables jamás controladas, nunca encontradas, sin haberse visto una reflejada en la otra. Espejo mortal.
Merodeando mi ser como águila rapaz. Esquivando tu mirada atroz. Te acercas. Me alejo. Reacción.
La bomba en nuestro interior marca el comienzo. Marca el final. Explosión.
Brazos, piernas, cabezas, torsos, manos, labios, ojos. Se desparraman por el fondo de la niebla, allá a lo lejos. Huracán.
Unidos en mitad del olvido. Separados en el recuerdo. En el páramo ardiente de sus pechos construyen su eterno encuentro. Trueno.
Quizás sus cuerpos se encuentren a sí mismos. Quizás sus almas se amansen con la música de sus voces. O tal vez no... Déjà vu.

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