domingo, 15 de junio de 2014

I

El Sol pulsaba la vibración de las caracolas
y las arrugas nacían de los peces
hacia todas las estrellas.
Azul es la condena del mar,
el eterno reflejo.
Es una roca fundida en jazmín tu cuerpo,
los barcos.
Veo tu alma en cada muerte,
las gaviotas las navajas los
cerdos.
Camina hacia mí con el canto de la arena,
por encima de la fuerza y la velocidad
como un puerto sin sirenas ni esperanzas que mamar.
De la teta caliente nace tu fuego,
la teta caliente sin leche
tu un hambriento.
La piel, las manchas
blancas.
Blancas como el ojo de la serena aurora
que apoya su espalda sobre mi nariz
y yo repudiando su sombra.
Sigues oliendo a ser primario
la flecha clavada en mil costillas sin amor.
Vacío mi vientre, el dolor.
Ahora ya sabes:
sentir no es sino caminar sobre la brasa
y seguir empapándose.

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