lunes, 9 de diciembre de 2013

Echar abajo la casa.

Por entre los dedos vuelan los segundos soñando nacer
en las hojas en blanco.
Entre los párpados se graban las palabras que no salieron
del pecho del estómago
las ventanas...
Los espasmos de amor ya no habitan
ni siquiera bajo las sábanas
ha llegado el invierno y con él
la espera la inexactitud
de la espalda mojada en versos
el filo de la espada contagiada por el óxido
que bien podrían ser lo mismo
si fuéramos más de nosotros.
La ducha se ha atascado.
Las promesas rebosan un fregadero que ya no quiere
ni sentir los platos.
Se derraman las lámparas
la luz baila en los balcones con las flores sin pistilos
porque se los han arrancado a fandangos.
El aire huele a duda
a orina
a humedad en la mirada.
De comer fresa, ácida como nuestros labios
que son los de todos los niños agujereados por mariposas.
Muertos en la piel
con el rostro transparente de tanto lamerlo.
Las mejillas maquillan los besos desnudos
cuando los labios se interrogan entre el norte o el sur.
¿Hacia dónde?
Por entre los dedos se nos van formando en las muñecas
soldados de arena roja.
No sé la cantidad en la que nos herimos.
Ya no recuerdo más que nuestros cabellos por el tejado,
repleto de gatos todos ellos Saturno
cuando nos miran al alma.

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