viernes, 6 de diciembre de 2013

Todos somos

Enamorado del alma de las amapolas,
un ciego en el borde de un balcón
habla con sus manos marchitas
de tanto ver la vida.

Frágil el balcón que con su falda
llueve sobre las amapolas,
otoñecidas flores por la pena encogida
en un bastón que tirita.

El hierro se oxida creando arabescos
en torno al ciego que contempla
su rostro
sobre los ojos de pétalo
como boca de lobo.

Una brisa cruza su mundo
envuelta en arrugas;
el ciego
el balcón
las amapolas
ya dejan de llorarse en las sombras.

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