viernes, 13 de diciembre de 2013

Epitafio

Por extensa que sea la fiebre
el ciervo acabará por romper su cornamenta
contra la corteza del hastío.

Otros callarán sus nombres
bajo patas de un azul débil
mientras fingen oír a los pájaros
                                                    [inertes]
de sus vientres.

Los cuernos caerán
rodando por laderas de pétalos amarillos
como las alas de todas las sonrisas congeladas.

Las voces rebotarán entre las costillas
abriéndose paso el hambre
de carne vibrante
                                                      [el eco en sus frentes].

En las fronteras,
hojas y rocas se desnudarán de tacto,
de piel,
de corazas.

En las orillas,
un canto suave se enredará
con los cabellos de un ángel.

Y de los párpados nacerá la luz de una nueva fiebre,
viajando sobre espaldas de cieno que, temblorosas,
arrojarán flores al pasado
desde la cúpula olvidada de vértigo.

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