miércoles, 28 de mayo de 2014

La ventana

Los ojos de la tierra se alimentan de mi mano
como si yo fuera la luz.
La luz incomparable del silencio
cuando me alejo del humano
para ser.
La ceguera profunda sacia su hambre con mi vientre
y tiembla el cielo en pestañas de cristal,
aquellas parecidas al miedo.
Tengo sobre mi cuerpo
el diente y la sangre,
la rama y el frío.
Me inundo desde dentro,
desdoblándome toda sobre la ciudad.
Oigo la voz del metal contra mi piel, creando
sombra, caleidoscopio, oscuridad.
Parpadea la tierra
y la calma tras el disparo naciente de mi sien
derrumba la profundidad del vuelo de todas las aves.
De mí salen los ojos
mirando hacia nunca
y hacia todo.

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