sábado, 23 de noviembre de 2013

*

Pusieron los cuatro puntos cardinales
sobre el párpado del deseo
y los naufragios anidaron en el vientre,
cueva de espejos
arma de sombra
lecho amordazado por interrogaciones.

El agravio de la razón recorría las venas
en su abrazo a piel abierta,
el aura eterna tropezó en círculos cromáticos,
los lobos aguardaron,
la fiebre conquistó los latidos
que se iban devorando.

El rojo.

El veredicto fue.
Pasó volando ante la espalda.
Descendió por el vértigo de las pupilas
envueltas en lava.
Cayó con el firme peso de la carne flácida,
del secreto dormido,
de la lengua rota en versos.

Se perdió
entre las huellas de la memoria.
Esquivó el hielo apegado
a los movimientos de las estelas...
apegado al mármol naciente de las sienes...
apegado a la daga de sal que se entierra en el cielo
cuando las heridas se visten de estrellas...

Las hojas muertas decoraron las rodillas
como ramificaciones de los sueños que se escapan.

Cortes limpios en el alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario