domingo, 22 de diciembre de 2013

En vela

Bajo las sábanas oigo unos pasos rondando el vacío
de unas paredes raquíticas de nostalgia
y me congelo en cristales cuando duermen
las huellas en mis brazos.

Suenan a humo, los pasos, a humo apelmazado
en los cabellos del tiempo;
perdidos en las sombras que acechan,
que miran hueco,
que lloran,
que olvidan.

Me encierro dentro de mi pecho
pero el zumbido no abandona,
gira por mis rizos y se me cuelga de las miradas,
como si por jugar a no tener vértigo
fuera a ser eterno.

Levanto una mano intentando rozar el cielo de cemento
y mi cuerpo se abre en palabras de fuego,
pero ninguna logra salvarse de la noche
que acaricia, serena, mi espalda.

Los pasos siguen adentrándose en mis venas
sin compensar los besos de menos en los costados del alma;
se me fracturan los hombros de sujetar las lágrimas no derramadas,
los roces huérfanos de piel,
las bocas mudas en los rincones de mis piernas.

El centro del colchón comienza a vomitar alas sin nombre,
los pasos se aceleran,
las pupilas afilan las uñas,
la madera es una mancha desprovista de escrúpulos
que baila a la velocidad que se ciegan mis oídos,
y solo el eco dormido junto a mí
fue capaz de salir ileso de aquel surco de tinta que comía
de mis manos:
una jaula hecha de suelas desgastadas de unos pies descalzos.

Los míos.
Eran los míos.
Lo supe cuando se me cerraron los ojos
y el caleidoscopio de sonidos apagó todos sus colores
en un chasquido voraz.

2 comentarios:

  1. Ha sido agradable pasar por tus versos, leerte y descubrirte.
    Un beso.

    Gio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias por pasarte por aquí y por tus palabras, es un auténtico placer.

      Besos.

      Eliminar