domingo, 24 de febrero de 2013

Caminante errante.

Caminante errante que pones tus pies en la bahía del recuerdo, tienes pelo cano que se enreda aún caprichoso al viento, reposado en una frente anterior joven.
Tus ojos, hundidos por tantas lágrimas derramadas, son negros como el pasado que ellos vivieron.
Tus manos, repletas de cicatrices y asperezas, son reflejo de tu alma.
Tus labios alzaron innumerables veces la voz de valiente hombre. Se alzó tu canto a la libertad y nadie pudo callarte.
Tu espalda, aún ancha pero no fuerte, es el espejo de una carga que te maldijo desde tu nacimiento. Una cruz que injustamente te concedieron allá en 1936.
Tu cuerpo entero, hombre errante, combate en una lucha a solas consigo mismo. Una batalla ardua e inacabable.
Más derrotas que victorias en tu estela. Más disparos y muerte que nanas y vida.
Víctima inocente de una guerra por usura, de un capricho de quienes contemplaban, impasibles, la sangre derramada en los campos, emancipándose la Tierra con el odio.
No calles ahora, hombre. Que tu voz continúe cantándole a la libertad con el trino del trueno. Sigue empuñando tu arma más poderosa: la palabra, hasta que la vecina de la calle número 13 venga a tu encuentro para llevarte, al fin, al descanso eterno.

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