domingo, 24 de febrero de 2013

Y tú me llamas.

Tú me llamas, y las palabras llegan a mí como el calor que azota el desierto. Me rodean y me cuentan historias de amores prohibidos. Me dicen que soy tu Julieta.
Tú me llamas, y las palabras me ahogan como si apretasen mi garganta, desatando un llanto hondo dentro de mí. Me confiesan que han llegado a rastras desde el otro extremo del firmamento, arañando estrellas que las cegaban. Buscándome a mí entre el enjambre de entes que surcan la Tierra.
Tú me llamas, y la lluvia para de implorar al suelo que la acaricie con su mirada inerte de grafito.
Tú me llamas, y las palabras se ordenan en un grito desgarrado que sale de tu pecho de hierro, derritiéndose poco a poco en este hielo que nos quema.
Tú me llamas, pero yo ya no tengo oídos para recibir lo que tú me cantas. Ya no tengo ojos para cantar lo que tú me hablas. No hay manos que acaricien nuestras almas con la ternura de las brasas. No hay besos que arranquen el aliento.
No hay, no, no hay esperanza.

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