domingo, 27 de octubre de 2013

Amapolas

Un punto de sangre
me interroga desde las rendijas
entre baldosa y baldosa.
Con su boca lunar
va bebiéndose la distancia
hasta mis sienes.
Empapa cada rincón soleado
bajo las brasas de su lengua,
arrojando las huellas al vacío
de un mar sin acuarelas.
Silencio.
Mi garganta corre con paso incierto
hacia tejados que vuelen el surco
del punto en su centro.
Mis manos se mueven
siempre en sentido contrario
por relojes que marcan
las doce en punto
desde hace varios días.
Un punto de sangre
brota desde dentro
desde las mangas del olvido
desde la falda de las horas
desde el techo que se abalanza
sobre mis pestañas insonoras.
 El cielo queda cubierto
por uno solo,
por el punto,
que se expande conforme lo esquivo.
Mi espalda se encorva,
los dedos se alargan,
de puntas los pies florecen
en marchitas palabras.
Un punto de sangre
me interroga desde la fina piel que me arropa,
preguntando si es el frío el que me escuece
o
solo mi corazón
que por las escaleras
va dibujando amapolas.

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