Lo llamó Amor
mientras todo
se le
deshojaba.
Sostuvo sus tripas descosidas
con su boca de azúcar
y sus peces de hielo
se le
derritieron
al absorber latidos de neón.
Ahogó las cabezas que pululaban
en las esquinas del pasillo,
en su vientre
se le
congelaban
las ramas secas;
sonrisas caducas en cada lunar.
A pesar del huracán
que extirpó sus oídos,
escupió su incendio
hacia el pecho de
él,
plantando cada semilla de oxígeno
que le quedaba.
Lo llamó Amor
cuando sus labios
se le
borraban
con el suspiro encogido
ante tanto escombro.
domingo, 6 de octubre de 2013
Casa y polillas
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