sábado, 5 de octubre de 2013

Atardecer

Una bóveda de agua
recubre cabezas de alfiler
que tiemblan a la intemperie
de ojos amarillos.
Navíos carcomidos por el ayer
aguardan para liberar a sus cañones;
trino del cielo
que retumba
creando ecos de piedra.
El gris asesino de pulmones
observa a ras de su sombra
el torbellino de moléculas;
incesante centelleo
de ráfagas repletas de vida.
Las sombras agarran
con uñas vestidas de horror
la escarcha de miradas espumosas
bañadas en azul mar.
Aprietan,
retuercen,
hacen que los órganos
-títeres del alma-
escapen hacia otro hemisferio.
Una bóveda de agua
se posa a los pies del crepúsculo
para derretirse
sobre los besos de sangre
de la tierra.

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