domingo, 9 de febrero de 2014

El rostro también es agua

Fue el pez el que saltó a nuestra boca.
Besó la garganta ansiosa con aliento de sal,
dejando las escamas de su vida
entre las manos que le tendimos.
Quedamos inexpresivos
ante el animal que nos hablaba
en el lenguaje del sexo;
quizá sea así como se debe amar:
pisando la rivera de un río bravo.
Fue el pez el único
que sobrevivió

a la palabra.

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