jueves, 13 de febrero de 2014

Se retuerce y abre la boca, salen de ella aquellos cuervos que se comieron mis ojos

Bebo de la ciudad.
Bebo del dolor.
Sus hijos muertos me miran
buscando en mí el Padre que jamás atraparán con sus dulces garras.
Llega a mi estómago el líquido tóxico de las balas.
Sabor a muerte
a sangre
a harapos de carne.
Bebo de la ciudad y su sexo está poseído
por barcos a la deriva,
en un puerto donde el olvido
es el punto de partida.
Oteo en el horizonte un baño de negras fisuras,
negras fisuras frías y ajenas
con apetito de vida.
Siguen buscándome los retoños que cayeron
sobre los girasoles.
Bebo de la ciudad
y la boca me rezuma espuma grisácea.
Ahora la marea soy yo
y mis piernas no alcanzan a sentirme.
Voy tentando las rocas del fondo con la lengua.
Voy tocando las burbujas de aire
con la esperanza marchita de los peces.
En una orilla ya no caben todas las huellas.

Bebo del dolor.

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