sábado, 8 de febrero de 2014

Inflexión

No hay espada.
A lo lejos un trino de espuma blanca.
Junto a las rocas el estallido de cráneos de hojalata.
No hay quién.
Encima de la mesilla una voz que me llama "alguien".

No hay.
No hay.
No hay.

¿Existe la piel? ¿Es Sentido el tacto sobre otro tacto que ruge por apagar la humedad;
la humedad desde dentro hacia nada?
Un mar enredado en la mano, en una sola gritando,
riendo a dentelladas.

¿Dónde hay?
Dónde se esconde y no me ladra, y tras la oreja un vendaval, y oculto por mi pelo un tigre que me muerde
que me quiere. Pero yo no siento.

No hay espada para cortar las manos que salen de mi mente
y  descienden lentamente aunque yo
no las piense.
No hay nadie que prenda el silencio con su frío,
con su rastro,
con su centro.
No hay quién porque la respuesta es efímera
es cal
ser sin ser sentida.
¿Existe la piel? ¿Es lo que me abraza un disfraz o mi piel jugando a ser niña de tinta?

No hay.
No hay.

No hay.

Se pierde la espada dentro de pistilos estériles de palabras.
Permanecemos a falsas tientas.

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