martes, 11 de marzo de 2014

Instinto

En la esquina un perro me mira con mis ojos,
abandonando a la noche en su frío lomo oxidado.
Sonríe si vuelvo mi espalda hacia él,
puedo sentir en la nuca su aliento de carne.
La silueta dibujando una pared de cera,
un muro llameante de costillas y arterias,
induce a la crispación de mi sistema nervioso.
El infarto reinó cuando el salón quedó repleto de huéspedes:
aquellos que son todos los fantasmas que habité
con ojos de perro
una noche de metal,
y yo yazgo sin iris con una mancha de tibio amanecer
escarlata
en las sienes.

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