martes, 9 de julio de 2013

El amanecer

Cama, imperio de conquistas consumadas en bares de carretera.
Sábanas, olas que desembocan en cuerpos desnudos,
unidos por más que palabras.
Almohadas, que sostienen en sus brazos,
fuertes y gruesos,
sueños y gemidos de soledad y goce.
Disfrute de noches y amaneceres,
dulce embriagadez que dura pocos segundos,
pero toda una eternidad para ti y para mí.
El cielo queda inmóvil y las estrellas,
dueñas de secretos inconfesables,
se ríen de tanta electricidad en la tierra.
Ojos que congelan instantes,
fotografías en blanco y negro de labios,
todos diferentes,
que se tocan y se devoran.
El ritmo es pausado y aumenta con cada tic y con cada tac.
Lenta y dulcemente se derraman las mieles del éxito.
Tuya, mío, al fin.
Manos que aprietan y poseen,
espaldas que se tuercen,
lenguas que lamen cada rasguño.
Dientes, dientes que se afilan,
que brillan, que muerden.
Uñas que irrumpen en la piel,
dejan a su paso (imborrables),
marcas que se hunden en la carne.
Todo se consuma con un beso.
El beso.
Miradas que se derriten,
somos náufragos ya de una noche más.
No sabemos nuestros nombres,
ni nuestro pasado,
ni el presente si quiera.
Solo sabemos con firme certeza,
que fue el amanecer más encendido de todos los vividos.

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