sábado, 27 de julio de 2013

Sevilla

Serena que arrulla recuerdos en su vientre,
de dorados reflejos se cubre
cuando el Sol la sonríe,
y se congela en pétalos de hielo
mientras las nubes cubren su frente.
De tersa piel están hechas sus manos,
que recorren laberintos de edificios y naranjos.
En flor renace cada primavera y en verde se tiñe,
un verano tras otro.
Fiel a su historia,
cuna de cultura y progreso,
de artistas y guerreros,
de amores y sueños.
Embrujo que hechiza hasta al más ateo posees,
el cual danza en las noches cerradas,
elegante, gracil, ondeante.
Un fino velo de tul deja traslucir tu belleza,
velo de azul brillante que grita en la inmensidad del cielo,
levantando miradas,
sancando sonrisas,
descubriendo ilusiones.
En tus curvas se redondea el gusto de perdese por ellas,
las ganas de perseguir lo escondido,
lo inolvidable.
De fondo, los cascos de un caballo,
que truenan haciendo ecos en tu espalda,
haciendo volar la sangre por tus mejillas.
Sonrosadas tardes que cobijas bajo tus brazos,
de besos cubiertos entre la oquedad de cada rincón.
Lugar de lágrimas y nostalgia,
enclave de paseos interminables.
Canto que brota y que emana de tu garganta,
Sevilla recita y el mundo la escucha.
Al compás de una guitarra baila
y mueve su falda al son de las palmas.
Arte que refulge entre pinceladas verdes y azules,
duerme en noches,
sueña en días.
Centro de Andalucía que se baña en aguas translucidas,
acunando contra su pecho barcos de papel.
Sevilla.
Solo eso.
Sevilla.
Siete letras.
Múltiples emociones.
Vibraciones que chasquean por los huesos 
y calan en lo más hondo.
Llovizna que penetra en la piel.
 Sevilla.
Imborrable de nuestro ser.

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