lunes, 27 de enero de 2014

Mi corazón casi voló por los aires

No hay luz ni destello suficiente para borrar esa imagen de mis sesos.
Primavera.
Las flores ardían bajo un sol desprovisto de amor.
El albero levantaba sus brazos para atrapar los pies de los recién concebidos.
La atmósfera,
inmóvil.
Primavera.
Una mesa llena de bocas.
Dedos infantiles sobre ella.
Dedos que nombraban sin tocar.
Dedos disfrazados de inocencia,
señalando mi ombligo aunque no lo vieran.

Las comisuras me llamaban
a la vez que se entreabrían en besos de metal.
Mi cuerpo comenzó a acariciar el riesgo,
posó su relieve de marfil
[su dilatada y virgen figura,
su carne rosada deseando de explotar]
sobre la lava ardiente de lágrimas
que a pocos centímetros lo deseaba.

Las bocas se tornaron ciclones de ojos vidriosos.
Los ciclones se secaron
y de ellos brotaron sonrisas
rojas.
brillantes.
apelmazadas en mi ropa
en mi piel
en el vacío fondo de mis enredos.

Una huella de tierra amarga me daba la espalda
y el hilo que llevaba arrastrando pisó mi sombra.
Recorriendo mis brazos bajo el agua del grifo
una mujer blanca,
de ropa blanca,
de mirada blanca,
posaba su histeria sobre mi cabeza.
Llegaron dos pitones y se enroscaron en mi corazón.

No hay luz ni destello suficiente para borrar esa imagen de mis sesos.

Primavera.
Cuando las tijeras bailaban al ritmo de los capullos enamorados
y a mí se me cayeron todos los antojos de la niñez.

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