domingo, 5 de enero de 2014

Unos minutos

Cada día, unos minutos de miedo me recorren la espalda.
Posan en mí la tristeza de la nieve
las faldas de las miradas que no van más allá del adiós
los truenos que fingen ser gemidos en mitad de la sombra
la velocidad con que sonreímos todos de ignorancia.

Cada día me consumo en respuestas sin preguntas
que anidan en mis piernas buscando el consuelo
del ciervo herido de vida.
Por las manos se me van subiendo las hormigas de olvido,
pequeñas y sutiles,
como la caricia de un aleteo;
hacen de mis muñecas su hogar
comen de mi piel sin flores sin agua
y trabajan la dura coraza de hierro
que es mi alma.

El miedo a esa otra que nace que crece que se reproduce pero que no muere
pues está dentro de mí
aunque yo la sienta fuera,
a ella
que llora para salpicar el cielo de dudas
mientras me desenredo las cadenas del pelo,
a ella
que da de mamar a las astillas cuando la luz
le da la espalda,
a ella que pinta el infinito con sus pies
sin huellas.

Cada día mi reflejo me retira el saludo y esconde en sus bolsillos la llave
que oculta mi Todo,
cada día es negro el vestido de mi cuerpo
durante unos minutos
en los que solo soy una ciega que ve a través de mis propias ventanas
y el miedo acecha
pero la lluvia no empapa.

1 comentario:

  1. El miedo engulle, raspa, paraliza los sentidos. Hay que salir de nuestro mundo, aunque nos astillemos.

    Beso.

    Gio.

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