domingo, 7 de abril de 2013

En mitad de este puente que une nuestros corazones

Me adentré en los laberintos profundos de tu ser buscando un refugio de los días negros, perdiéndome entre las olas que me empujaban hacia arriba y hacia abajo de ti.
Sin nada más que mis ganas de encadenarte a mi corazón, exploré tu alma encontrando únicamente huecos vacíos, paredes sin cuadros que colgar.
Los delicados compases de tu pecho marcaban el ritmo de mis pies, y mi aliento entrecortado se colaba por las rendijas de tus labios con ansias de ser eterno.
Mis manos tanteaban el árido terreno, repleto de heridas causadas por las guerras que liberaste en tus lejanas noches a la intemperie de mi cuerpo.
Mis cabellos se engarzaban entre tus dedos, intentando lanzarte el chaleco salvavidas que requería tu espíritu.
El ácido placer que sentía nuestra piel hacía de nosotros finos halos de luz que explotaron el mil sueños, originando un torbellino de inacabables miradas de deseo.
Y aquí, en mitad de este puente que une nuestros corazones nos encontramos mutuamente con el miedo a dar el primer paso, por si alguno de nosotros cae al abismo y se escapa sin los abrazos.

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