domingo, 21 de abril de 2013

La obra de arte mejor amortizada.

El amor no es algo que pueda pagarse en efectivo, sino que más bien genera letras que hay que ir pagando a plazo fijo toda una vida.
Esto me lo enseñaste tú y tomé nota para no correr el riesgo de endeudarme con tus labios o extender un cheque antes de tiempo por miedo a que te fueras.
Para mi desgracia, terminaste por abandonar ese palacio de nácar que construiste con tus manos en mi cama y me dejaste con los bolsillos de mis vaqueros vueltos del revés y sin blanca.
Ahora no tengo ni ganas ni alma para ir al banco a pagar la fianza bajo la cual secuestraste a mi corazón. Ahora estoy haciendo un balance de las pérdidas y las ganancias, y puedo decirte, con la mano en la cuenta bancaria, que valió la pena invertir en algo que no garantizaba altos beneficios, en lo único que jamás conseguí controlar ni entender por la simple contradicción que mi razón me lanzaba: no podía existir en este mundo de números y leyes un cuerpo tan bello bañado por las luces del amanecer, ni unos bostezos tan melódicos en mi almohada, ni esa cara de ángel que ponías mientras dormías apoyado en mis rodillas, ni tampoco unos ojos tan dormidos y felices que me desearan los buenos días cada mañana.
Así que debo confesar que me da igual tener que mudarme a la intemperie de tu espalda ahora que te has librado de mi vida, porque sé que una vez te encerré bajo mis sábanas. Fuiste la obra de arte mejor amortizada.

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