las grandes puños morados de la enfermedad
atravesando el pecho del hombre
del ser tendido en toda su extensión
como un tallo agotado
donde perdí mi infancia y mi anhelo
Allí mi sangre y mis huesos derrumbados
ocultos bajo un aluvión de pájaros muertos
así el olor a tierra recubrió mi luto
Las ramas me crecían pero yo huí
desde dentro
buscando la luz, la ceguera eterna
porque ahora tiemblo cuando cierro los ojos
y tumbo mi cuerpo mientras miro mi pecho
y veo diminutos bultos morados
que bailan como hormigas tóxicas.
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