martes, 9 de septiembre de 2014

Hacia la otra orilla

Ser el líquido que acurruca a los órganos
en el canto último del día,
romper la caverna nuestra
de fría y niña ignorancia.
¡Cómo suenan las palabras perdidas
desde este hogar de sangre,
desde esta ventana cóncava y triste
que canta nanas ahogadas!
Encontrar el tuétano y unificarlo
con claveles e incienso,
amortajarlo para que así sienta
la tierra y el mar.
Luego la apertura hacia el abismo,
la barca echada a la deriva
entre peces y flores muertas.
¡Qué canto de sirena nos imanta,
nos besa la piel,
nos humedece el alma!
Aquí traigo mi vida azul
rodeada de cielo.
Aquí y ahora

ser.

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