Álgidos instantes dentro de nuestro ser,
Acechantes como espinas a los ojos,
Esperando el toque de voz
Que los haga combustionar.
Los rayos fragmentan las nubes
En porciones de filamentos
Repartidos por el vacío
De un estómago siempre hambriento.
En la cuna de manos machacadas
Explota la náusea
De látigos de cuero
Sobre pedazos de aureolas de carne.
Una sacudida bajo la espalda
Encierra
Mil plegarias;
A lo lejos,
Se oye un contador
Pero no de cuentos.
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