lunes, 9 de septiembre de 2013

Cuentos

Te siguen carcomiendo las arañas
cuando trepas por bucles de humo
y cortinas de olvido.

Los besos que aprietas entre los dedos
para apartarlos del laberinto
de tus labios,
se te explotan en despojos de luz
desconocedores de
la fórmula para correrse
hacia límites insospechados.

Las caladas de versos imposibles
se te cuelgan de las mejillas
como equilibristas moribundos
y el Sol no sabe ya
qué manual de instrucciones utilizar
para no quemarte
la espalda
sin abrigo.

Unos dicen que el suelo es el que se alza
para beberte las huellas.
Otros, que eres más difícil de dibujar
que una clave de sol a la inversa.
Algunos, que enciendes las farolas
con solo levantar los párpados.

Yo, aficionada
a las apuestas a deshoras
y las llegadas a contrarreloj,
apuesto los restos de mis latidos
a que,
en realidad,
no eres más
que un hueco en tu memoria
intentando desenterrar
las reminiscencias
de tu particular
Nunca Jamás.

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