viernes, 13 de septiembre de 2013

Fiebre

Los navíos podridos
van a recalar a tus cordilleras
con el enjambre de palabras enfrascadas
en tostadas razones para astillarte.
Un tumulto de escamas
se arrodilla ante tu torso
y las aves de paso
se estampan con los faros al contemplar
el hondo valle de tu barba.
Manos como puertas de aire
atravesadas por carreteras sin piedras
ni baches.
Las miradas duelen
cuando retornan desde tu cuerpo
hacia sus hogares
y se pierden por la nada
que permanece en las espinas dorsales
de ballenas ancladas al hastío.
El iris sangra lágrimas congeladas
en trigos polvorientos
y la pupila revienta
los pedestales de tus pies
cuando apuñalas corazones
con tus dientes.
El marfil se amalgama
con el olvido del ser.
El ser nada
por la sed
de eternidad.
Mueren las yemas de los dedos
por el ansia enfebrecida
de carne.

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