domingo, 1 de septiembre de 2013

Metamorfosis de un sueño (con) impuesto.

Caleidoscopio y Peonza
en matrimonio civil
prendieron a los funcionarios
en arroz rayos X
que dilataban sus pupilas en un
"Bienvenidos a la nueva vida
de recién esposados."
Ruleta ganadora en fichas rojas
para principiantes
con suerte
siempre limitada.
El minutero se zambulle
en tazas desportilladas
con volteretas de currículums
en llamas.
Se agrian las líneas
y las curvas engordan de días
calcados.
"Lenguas arriba
y manos en firma,
cheque con importe de gala
y cobro en gasolina,
esto es un
atraco capitalista",
brama el ladrón con traje de marca.
Víctimas graves en urgencias
por herida de arma de cuero
y correas
de plata.
Los pucheros en las barbillas
se jubilan
y las aceras lloran jugos gástricos
de estómagos con úlceras
de cuerpos sin fondo
en cuclillas sentados
en sus oficinas.
Teclea.
Sella.
Deletrea:
L
I
B
E
R
T
A
D.
Y date un portazo
con nariz de por medio.
Ahora ríe.
No,
mejor llora pero no te ensucies
los zapatos
de charcos con sogas.
Embarázate y que suba
el colesterol de la señora
Demanda.
No te quites las cadenas
para ducharte
que ese metal no se
oxida.
Bla. Bla. Bla.
Las camisas refrigeradas pululan
desde el otro lado del escritorio amarillo
con pisadas de
asfalto
en las costillas.
Las sudadas en complejos inertes
asienten como mimos
con muros derrumbados.
Puntual.
Espalda recta.
No bostece.
No descanse.
Coma esto.
Aquello.
Bocas sin dientes,
dientes sin lenguas,
lenguas sin gargantas,
portazo en una mano,
orgullo en la otra,
polluelos en la cocina,
mamá pato esperando en la cama,
finiquito sobre máscara de alivio.
Así es como escapa un buzo
de algas que lo manosean
para exprimirlo.
Pero la batidora
lo espera
irremediablemente
en la orilla.
El buzón termina por ser ingresado
por empacho al digerir
cañonazos de papel
con cifras que disparan
punzones en el pecho.
Las frentes pringan,
el pellejo se balancea,
el gotelé conquista,
y luz y agua se fugan
de las trampas para ratones.
Se suicida el pan de cada día
con los hilos que le cosían
los retales con
huesudas manos.
Telarañas,
polvo,
ensueños enlatados.
Cuatro gatos de grafito
cierran puertas y ventanas
que ni las termitas contemplan
con deseo.
Cuatro es un número par
que sirve de asiento
a escalas inquietas
con más poder que él.
Cuatro, perro blanco
intoxicado de pólvora
escupida por fábricas
dirigidas
por necios sesos.
Caminaban cuatro
cadáveres
muertos en vida
con las tripas empeñadas
y las maletas
desahuciadas.

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