El murmullo sosegado del aire
envolviendo dunas de metal
bañadas en petróleo;
crepitar de roces
sobre los pies del atardecer.
La hierba brama letras sin hilos
y dedos de blandas esperanzas
las recogen al primer vuelo.
Un niño sin lengua
rueda por el cielo
eclipsando la visión de las moscas
en su zumbido eterno;
ojos múltiples de rasgados párpados
acechan.
Tras la alfombra del deseo
se asquean amantes veteranos
en eso de dar portazos
a narices presurosas
por penetrar en pechos abiertos.
Las faldas susurran promesas estivales
al Sol,
y los charcos se hacen océanos
cuando les llueven sus besos.
Mutuo trueque de pulsos,
supervivencia recalcada
con luces en el firmamento.
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