sábado, 14 de septiembre de 2013

Tierra de nadie

Desintegrar las deudas con abismos
es pretender cazar agujas
con tan solo pensarlas.
Tarea de colosos
aquella de recoger olivos muertos
entre el vaivén de espirales de humo.
Sin rostros están ya las estatuas.
No miran. Se dejan mirar.
El reloj marca medianoche.
Ningún gemido de placer
se pasea por los oídos de los muros.
Las uñas se adentran en tripas
temblorosas de pavor
y el frío hace mella
en las muecas del calor.
Los sentimientos
en peligro de extinción.
Parece ser que el cuco
insistió en consumirse
para no pisar
la misma tierra que los cadáveres.

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