sábado, 31 de agosto de 2013

Andén

Era demasiado temprano
para llamarla Mañana,
así que decidí
vestirla con una túnica
raída
por donde escapaban
las peonzas
de su cuerpo.
Se iba haciendo
añicos
con cada cucharada de aire
enlatado
en acordes que ardían,
y de su vientre
las mariposas se precipitaban
por inercia
al subterráneo
de sus piernas.
Su lengua no llegaba
puntual
para lamer sus grietas:
el choque de sus palabras
contra las baldosas de su frente
terminaron
la tarea
de descuartizarla.
Por dentro,
era todo relleno
de más,
meras colecciones de cofres
bulímicos
que se retorcían con óxido
en lo inverosímil de
un pozo
con fondo
-como si la quiebra
fuera a supurar
misericordia...-
Nevaba entre sus dedos
y la cúpula de relieves
a vapor
de su cuello
se congeló
en copos de trigo
pisoteado.
"Me desmonto."
"Me dejo."
"Me llevo."
"Me acabo."
Se afirmaba como
sombra
de su pasado.
Se sabía borrada
de contornos
que ajustaran
sus costuras.
Moribunda
con la boca inundada
de maremotos de palabras
aún sepultadas
por el capricho
del tiempo
-siempre apostando
en su contra.-
Los andenes
se sienten más perecederos
cuando los pies
intentan destruirlos
sin zapatos.
Andenes de miradas
que se duermen
sin billete de vuelta.
Solo de ida.
Ida
como ella.
Ella
como yo.
Yo,
mi reflejo.
Mi reflejo
con puñal.
Sangre
y
silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario