sábado, 17 de agosto de 2013

Ecuación errónea.

Odio
y Amor
fueron dos amantes
que se besaron hasta pulir
las grietas de sus labios.
Hubo un tiempo
en el que en tiempo
se congeló
y los relojes no existieron.
Entre sístoles y diástoles
las ventanas y las puertas se abrieron
y la primaveta floreció
entre tanto mueble viejo.
Las cortinas
carcomidas
suspiraron
al ser rozadas por la luz.
Las flores
se desnudaron
del hielo del invierno.
Todo quedó sacudido
hasta las raíces
de los robles.
Todo quedó
a merced de sus gemidos.
Hubo un tiempo
en el que Amor y Odio
fueron uno,
fueron un cosmos,
una explosión de gotas de aguja
que cortaban mejillas
y deshacían pesadillas.
Fueron como un trago
en el bar de al lado
en un vaso roto
por dentro.
Fueron como las fieras
de ojos amarillentos
y sed de algo más.
Con ganas,
siempre con ganas.
Pero un día,
las alfombras se desenredaron
llevándose consigo
la ropa esparcida por el suelo
y el polvo saltó en la cama
y los vistió.
Amor y Odio
ya no conocían sus espaldas
y olvidaron las cifras de sus lunares.
Se (re)leyeron,
se desentrañaron
y cogieron sus tripas
entre sus manos.
Ya no eran
los que fueron
en días
y noches
en los que las aceras
parecían sabotear al cielo.
Eran dos
y la ecuación
se rompió.

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