martes, 20 de agosto de 2013

Cambiaste y perdiste

La ausencia se crece al brillar por su reflejo
alimentándose de sombras y bocas vacías.
El sol cae y rueda
y se convierte en peonza de fuego que ruge
para continuar su peripecia
hasta la extinción del hielo.
La luna se besa la espalda y su silueta oculta
se mantiene erguida
levanta una mano
y saluda a los tejados.
Mientras el universo se contradice y tú no está,
la cama intenta pecar al mentirse
y contarse cuentos con final incierto,
envidia otras habitaciones
y entonces calla entre lágrimas de almohada.
Cuando no estás
los jinetes que arrancan flores presas
pasan en carrera por mi frente
y se esmeran en trotar en mis sienes.
Y es que ni el vino arregla mi desorden,
ni la poesía se afila
y te clavan cuchillos en el alma.
Porque tú manejas los hilos,
haces budú en las esquinas
procurando esconderte de las luces de neón
de esta jungla urbana
en la que las panteras son devoradas
y las hienas ya no se ríen
frente a su víctima.
Tú convertiste este mundo en osadía
con tus manos vagando de estrella en estrella
y tu pluma rebentada en mil gotas de tinta.
Ya no eres el cuerdo de antes,
verso en mano
y estrofa en párpados.
Ahora solo eres una esfinge que se tumba
en la arena
y observa cómo se hunden los corazones
que tocas a la deriva.
Quedaste en el fondo de todos los cajones
por los que pasaste,
en mitad del odio y el olvido.
Por ello la vida pasa de largo ante ti
sin rozarte las faldas si quiera
y te mira desde la distancia:
porque hielas aunque ardas.
Y eso,
te jode.

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