jueves, 15 de agosto de 2013

Azul tiniebla.

Mientras las aureolas giran y se enroscan
en piernas estranguladas
por el brillo que emana
de la superficie del mar,
los ríos envidian y parlotean
la suerte de ser
y existir
en boca de todos los peces.
Las aguas se ramifican en mil algas verdes
que se superponen y se tapan
entre sí,
y el silencio lo es todo
lo empapa al completo
lo purifica en cada fragmento,
y calla
y observa.
En silencio los peces nacen.
En silencio los peces crecen.
En silencio los peces se enamoran.
En silencio los peces perecen.
El hálito callado les llora y les sonríe
entre dientes transparentes,
como almas que vagan
por encima de las aguas.
Los cuerpos inertes ya,
con sus escamas incoloras,
dejan de brillar
camino al gran olvido
que es el mar.
Océano de profundos cementerios,
de alegrías ahogadas,
de héroes de coral,
esconde los secretos del mundo
y no los revelará jamás.
Un pez aletea a lo lejos
jadeante al luchar
por la vida que se le escapa
entre las branquias y el cielo.

Silencio,
el azul atrapa los sueños.

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