miércoles, 21 de agosto de 2013

Donde nadie nos ve

Parada en mitad de la habitación
ventanas y a corazón abierto
y cortinas que ondean como la vela de un galeón
pirata.
Parada de ojos cerrados y boca abierta
como un buda de oro
pero más pesada.
La cabeza se inclina hacia atrás
y se arroja al precipicio del inconsciente.
Volando con alas de acero
en mitad del desierto de cristal y hielo.
Por laberintos que arrastran corrientes de fuego
por labios sedientos de sueños
por grietas que van desde dentro hacia afuera
y viceversa.
Persiguiendo el olor a muerto recién vivo
que se enreda en los balcones a media noche
y se emborracha con la absenta de los besos
a media voz
y de plata.
En las farolas orinan los indigentes
y los gatos que maullan bajo las puertas.
Donde nadie los ve
y se sienten dueños de la ciudad
entre tanta mierda y jeringuillas de rojo y cielo.
En el inconsciente me siento y espero
hasta empaparme los ojos de realidad.
Me miro al espejo
y cruje dentro
fuerte.
Lo rompo en mil pedazos
con manos de temblor gimiendo,
se mezclan con las paredes
y se creen rompibles ahora que alguien les ha dado un pellizco
con la furia
de los párpados.
Donde nadie nos ve
somos seres únicos
e irrompibles
que vecen reflejos de tinieblas
y les ganan carreras
a la vida.

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