lunes, 26 de agosto de 2013

Homo ciberneticum

Los parques infantiles
se alimentan de los ecos
pasados
de risas
y llantos.
Los estanques
congelados
sin patos
ni barcos
a control remoto.
Los bancos polvorientos
y repletos
de hojas
secas.
Los charcos van haciendo
arabescos
en la urbe
pues nadie
los besa
con los zapatos.
Las farolas
riegan con luz el suelo
mendigo de pisadas.
Las aulas
son latas de conservas
con niños
a la vinagreta.
Son peces
prisioneros de redes
conocidas
por
sociales
que esconden garras
de publicidad insaciable.
Las camas
se duermen de madrugada
a la luz azul
de un chat
inerte.
Con ojos como platos
las sábanas se retuercen
bajo la atenta mirada
de emoticonos.
Una turba de zumbidos
emanan de teclas
y empapan el parquet
de manchas
que hipnotizan
a las hormigas
con el elixir de su vanalidad.

Un "te quiero"
sin vibración alguna
de pulso
se envía
hacia otra pantalla.
Sin cortarse la
respiración
se lanza al vacío
de números binarios
un "y yo a ti".
Caras inexpresivas
a ambos lados.

Virtual
es la existencia
del homo sapiens,
que de sapiens
tiene mucho
menos que de
"ciberneticum".

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