viernes, 30 de agosto de 2013

Vibración

Entraste en mi pecho
como un elefante por una chatarrería
oxidada:
desmontando los metales
amontonados
en mi corazón
y arrugando cada cristal desprendido
con tus pies descalzos.
Cuando te vi,
supe que vendrías
para hacerme más creyente,
pero no de aquellos que veneran
dioses sacados de la manga,
sino del amor
sin unidades de medida
ni puntos suspensivos
-conquistarán las exclamaciones,
amor.-
Comenzaste a sacar punta
a mis lápices polvorientos
y a mojar en tinta tus labios
para que mis versos
los lamieran
cada día.
Dibujaste las regiones del cielo
del color de tus dedos
al apretar las hojas
de los libros
cuando los lees y crees
que van a evaporarse con el tiempo.
Marcaste con un favorito
mi sonrisa enredada
en laberintos sin salida
y ahora
ya no es yerma
-aunque sí un poco
sucia.-
Rebañaste mis heridas
y bebiste cada lágrima fugitiva
a sorbos
hasta que no quedaron más océanos que
los que se zarandean por
placer.
Te atreviste a
destrozar
mis fronteras con las bombas
de tus pupilas
y plantaste
semillas de amapolas
en mis pálidas mejillas
de mimo sin garganta.
Entraste por mi puerta
atrancada
batiéndote en duelo contra
todos mis dragones.
Yo
no supe si
serías
el amor de alguna de mis vidas
o solo un ángel terrestre
que vino para quedarse
lo justo
como para leerme,
pero tus dedos
corriéndose
por mis rodillas
como hormigas que acuden
al azúcar
y tu voz
aumentando
la longitud de mis alegrías
me confirman
que tu naturaleza
es de
poema
que resucita.
Y es por eso
por lo que cada noche
vibran mis manos
al escribir (te)
                   (me)
                   (nos).

No hay comentarios:

Publicar un comentario