jueves, 29 de agosto de 2013

Enfrascados

Si fueras más carne
y yo menos hueso,
las indigestiones estomacales
provocadas por mariposas kamikazes
solo serían pequeñas úlceras
en órganos marchitos
y pieles descosidas.
Si fueras más carne
y yo menos hueso,
seríamos lo (in)verso
a improporcionales besos
que ruedan por lenguas
enredadas entre sí mismas.
Cárcel en la boca,
crematorio en la garganta,
barrotes en las manos,
balas en los ojos.
Un gueto en las costillas
y el delito
en la piel.
Si fueras más carne
y yo menos hueso,
lograríamos arrancar
de cuajo
las cabezas de todos los usureros,
farsantes,
miedos,
y arrojarlas
a las cloacas.
Podríamos ser
delincuentes a la fuga
que se sienten fugitivos de ellos mismos,
siempre escapando de las sombras
que se ciernen
sobre espaldas de cal.
Si fueras más carne
y yo menos hueso,
nos sentaríamos
en
la
silla
eléctrica
para
derretirla
y guardar los restos
del crimen
en cajas
de hierro forjado
con nuestros dientes,
que muerden
para no sentir más
que presentres oxidados,
como la sangre
que se coagula
con el fuego
en cada latido a destiempo.
Asesinos convictos
seremos
hasta que
por amor al cuchillo
decidamos hundírnoslo
en lo cóncavo
del pecho.
Entonces,
solo cenizas,
polvo,
viruta,
migajas.
Sobras raídas
de pasiones
enfrascadas.

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