jueves, 29 de agosto de 2013

Cristalinos

Luz que albergan tus ojos,
comparable
solo
con la energía que libera
una estrella
al morir.
Cauce de galaxias
socavado por miradas como
espadas
afiladas
de hojas que resucitan.
Cauce hondo,
revelador,
aguado por
enjambres evolutivos
cunas de la humanidad:
razón de la existencia
son.
Tus ojos son el punto final
jamás suspensivo
que sostienen en corcheas
la fragancia de la
vida en sonrisas
-es decir,
de la vida eterna.-
En iris con sabor
a castañas
se expanden e invaden
la tierra con un ejército
de besos en el alma,
hipnotizando
a víboras
de tinta.
Enteras
las noches
en vela
por ver tus párpados extendidos
como pétalos bañados
por el rocío,
como orillas que lamen
las penas
del mar,
como dos alas
reducidas
a lo infinito de tu ser.
Miras
y el mundo se compacta
en tus pupilas,
como si por observarlo
tú lo crearas.
De fantasías trapecistas
están dibujadas tus pestañas
que revolotean por tu rostro
sin guerras
ni almohadas,
intentando encontrar preguntas
para tus múltiples respuestas.
Conversos a tu religión
se proclamarían
los espejos
por tenerte
siempre
dentro,
y de rodillas
el amanecer se pondría
para empaparse los dedos
con un suspiro de tus
reojos
aguja.
La tierra podría combustionar
si lo desearas
-y lo sabes-,
los peces podrían ser terrestres
si los recogieras
bajo tus retinas
de escamas plateadas
-y lo sé.-
Yo me río
de aquellos que aún creen
en el Génesis.
Pobres ilusos,
no alcanzan a sentir en sus fibras
mal engranadas
que son prisioneros de tu mirar
barrotes de centeno
esposas de miel.
Una mera ensoñación
tejida a su medida
aunque, a veces,
la imaginación
se le escape por los lagrimales.

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