martes, 20 de agosto de 2013

Hombre

Es canto virginal
aquel que emana de tus ojos
abriéndose paso entre oleajes de miradas
de toque de nube
y pestañas
de afiladas garras.
Cuando el río empuja las puertas
y grita fuerte entre la piel,
acaricia las mejillas que pecan de colinas
sin conquistar aún
por tacto explorador.
Y siguen las aguas avanzando
con tambores de guerra en las manos
llegando al borde mismo
de tus labios.
Remanso de paz.
Atardecer que amanece de mil formas
y embelesa al ciego.
Curvas que van girando
y bailando
y tarareando,
seduciendo sirenas
y matando con el arma lengua
que apunta
húmeda
a las dudas que frenan la colisión
de la materia.
Y las barbas se recortan
como océanos de lava que arden
bajo las palmas de mis manos
que se aventuran
intentando enredar sueños en ellas.
Hoyuelo que nace
infantil y eterno
en la barbilla.
Hoyuelo que refugia los besos
de las aguas torrenciales
que brotan una y cien veces
cada noche.
Cada noche que cantas
con voz de cuerda
y temple de guitarra.
Cada noche que ciñes tu espalda
contra la luna
y la asfixias de placer.
Cada noche que acaricias a fieras
y las domas
sin látigo
ni somníferos.
Cada noche que ruges y rompes el hielo
con tu cara contra otras caras
y tu frente ardiendo de pecados capitales
cristales que rebotan en tu piel
sin cortarla.
Los días te tienen envidia
y eres conocedor de ello,
por eso
te asomas al balcón del sol
y lo apagas por momentos,
para que pueda dormir
mientras resucitas almas
y besas el cielo.
Y las aguas siguen avanzando
encuentran el pecado
y lo agarran entre sus etéreas manos.
Es entonces cuando las luces se funden
y las venas de tu carne se encienden
derritiendo el fuego
y explotando volcanes.
En el paraíso
las manzanas se pudren
porque tú prefieres devorar estrellas
y tus piernas,
columnas de piedra que soportan coliseo,
las manejan con malabares de laberintos
en las rodillas.
Tus manos quedan
a la deriva de tus deseos
y con chasquidos
haces llegar ángeles de alas invisibles
a nado,
resucitándolos con cada huella que les dejas.
Entonces,
las aguas vuelven de nuevo a tus ojos
perdiéndose en ellos,
hipnotizadas y frenéticas,
y se acurrucan en ellos.
Las acunas en los botes de remos
que parpadean en tus pupilas
y las duermes para siempre,
cerrando tu caja de Pandora
que
en vez de desatar desastres
libera milagros.
Sueñas y tu rostro vuela.
Sonríes y el mundo se para
para siempre
y un día más
hasta que dejas abrir ojos y labios
y la vida tiene ya
motivos para vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario