miércoles, 28 de agosto de 2013

Labios cosidos

Ruedan los cascabeles por
los hombros de los grillos.
La Luna suda hiel
y el aire
asfixia.
Golpear fuerte un papel contra
el vacío y
llenarlo de letras
negras
(Times New Roman. 12),
con la esperanza infantil
de poner a la atmósfera
a favor.
Manos apretadas en cinturas
que hacen mortales
por neblina de besos.
A la orilla del río
los cristales impuntuales de botellines
cortan pieles
desprovistas de futuros.
Los perros sin collar
ni amo
dan palos de cielo entre la bruma
de gente
que se aglutina ante
un mimo.
Se ríen de su cara
cambiante
como una veleta
en mitad de la tempestad.
De su cuerpo de gelatina
en colores neutros.
De cerca
el sudor le hace mella
en la frente y las mejillas,
llorando lágrimas blancas y negras
de sangre corrosiva.
Su gorra en la acera
se ríe de su sombra fatigada
que espera la bondad ajena.
Recibe aplausos sordos
que retumban en retratos huecos
de su memoria:
siempre en brazos fuertes
que acurrucaban en invierno.
Ahora
es una salamandra que persigue
el frío
en monedas que desemboquen
en su tocado raído.
(Ni las polillas tienen ya piedad).
Agujereadas están las noches
plomizas en verano,
cuyos vientres dan a luz a anónimos
que desfilan por muros de piedra
ignorando la vida.
El mimo interrumpe su actuación.
"¡Que sonría primero
el que esté libre
de pecados!",
dijo.
Silencio embotellado.
Ahora todos
son mudos.

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