martes, 27 de agosto de 2013

Felina

La ausencia enseña sus colmillos
cuando se la ensarta
con sus propias garras.
Alfileres negros entre sus costillas
enlatadas.
Eriza la cola
y pone pies en polvorosa.
Orgullosa.
Hacia los tejados vírgenes de pelusas
que se enredan
en su lengua.
Atrapando pétalos de luz
juega a ser irrompible.
La noche se cierne sobre ella.
Gime arqueada en la azotea
de un asilo
mientras reta a la Luna
en dar saltos al vacío.
Bebe vino de ratas
en mesa sin mantel
y con cubiertos
de plata sin ley.
Los callejones siempre tienen salida
para ella
y el miedo
se escurre
por los ladrillos
para esquivarla.
Amarillos iris
que hipnotizan
cobras.
Sus huellas le hacen el amor
salvaje
a los adoquines.
Se levanta la falda
y exhibe
sus piernas como trinos
de guerra.
Los tacones se acomplejan
al verla tan aguja.
Las cervezas se pelean
por rozar sus labios
y nadar en su lengua.
Los mosquitos
se pirran
por sus venas.
Los antidisturbios maquinan peleas
para entretener a la competencia.
Mira las sombras naturales
del Sol
por las ventanas.
Se enciende en mil velas
que no se apagan.
Se marcha
sin pagar la cuenta.
Siempre gratis.
Anda sobre sus pisadas
levemente borradas
por matices interrogativos.
Las sigue
y le hacen cosquillas envenedadas
a sus patas.
Se posiciona
a cuatro patas.
Ya no tiene falda
ni tacones que la acribillen a
maldiciones.
Ahora es solo
un animal mudo
que no sabe
dónde está su hogar.
Llueve en su interior
y no tiene paraguas.
Las brújulas se desdibujan.
Los impermeables se desquician.
La próxima noche
dormirá en la barra.

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