domingo, 25 de agosto de 2013

Temporal de huracanes

A la mierda
todos y cada uno
de los colores
pertenecientes a la paleta
de los grises.
A la mierda
todas las corbatas andantes
que van y vienen
entre olas suicidas.
A la mierda
con el autocontrol
y las clases de reinserción.
Todo se desmorona
como un polvorón que amenaza con picar
la lengua
en mitad
de su descenso por la
garganta.
Conforme voy abriendo puertas,
las de atrás se cierran
y las de los lados me muestran
cadáveres revestidos
de estiércol
que fingen la felicidad
en sonrisas al vacío.
Los peatones son solo
cebras asustadas
que se pisotean
cuando se lanzan en carrera frenética
por calles de lava.
Las sucursales
son cámaras de gas
donde las palomas,
ratas voladoras,
nacen en nidos de plomo
y mercurio.
En el reino de los cielos,
dicen,
reina la justicia.
Pero yo digo
que aquí manda
el petróleo
que hiere
heridas abiertas.
Siria,
Palestina,
Israel,
Egipto,
Brasil,
Rusia,
África.
Los mortales viven con miedo,
independientemente
de religión,
edad
o sexo.
En oriente,
las armas se amontonan
en las costillas del silencio
y una granada
eclosiona
en mil lamentos.
Mientras,
en el hogar de la revolución
proletaria,
se tapan los ojos
con manos ensuciadas
por concepciones restringidas
sobre el amor.
En occidente,
brotan las deudas
y los hombres dorados
creen saberse libres
al bailar cifras en sus dedos.
África
sufre
los alambres de espinas
que taladran las carnes
de etnias
diferentes
y les hacen supurar
sangre manchada
de sueños en polvo.
A la mierda
todas las convicciones,
todas las normas,
todas las fronteras,
todas las reformas
que destruyen
las formas.
A la mierda
con eso de que solo unos cuantos
son merecedores
de un pódium negro
en Suiza.
A la mierda
todos y cada uno de ellos.
Que se lancen
a la caja de Pandora
de donde salieron
para que no depriman más
el arte
que intenta vivir
al cobijo de
pequeños moluscos
cefalópodos
de esperanzas desdibujadas,
con la intención
de plantar flores no mecánicas
en campos
tecnológicos.
A la mierda,
también,
con ese virus zombi
llamado
materialismo
que transforma corderos
en lobos hambrientos
de yugulares frescas.

El mundo
es arena
y el viento,
arte.
Se avecina
un temporal
de huracanes.

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