sábado, 17 de agosto de 2013

Permanentes y sedientos.

Pongo tus besos contra las cuerdas
para ver si saben
deshacerse de sus cadenas.
Forjados a fuego
en el hierro de mi cuerpo
durante aquellas noches
en las que solo pedíamos deseos.
Besos
que queman
y dejan la tierra yerma
y vacía de huecos
donde esconder las pesadillas.
Besos
que se escapan
de las prisiones de alto riesgo
y enamoran
hasta al más vil de los presos.
Besos
que atrapan presas
con una lengua
que acaricia dientes.
Besos
que corrompen espejos
sellándolos con mieles de recuerdos.
Besos
que pintan las fachadas
y se cuelgan de ventanas
tan solo para ver
cómo se mecen las bragas
en el tendedero.
Besos,
besos
y más besos.
Besos
de colección
que llegan en fascículos cada domingo,
por la mañana
bien temprano
y acompañados de café amargo.
Besos
por los que apostaría una fortuna
para tenerlos
perdidos
por el campo de batalla
que es ahora mi cuerpo.
Besos,
besos
y más besos.
Besos
de bocas que suspiran
entre las gentes,
buscando un poco de aire
para seguir conquistando fronteras
llenas de piratas
que roban
huellas como la suya:
permanentes y sedientas.

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