lunes, 12 de agosto de 2013

Tan desbocados y tan nuestros

Leer en tus miradas
el más intricado de los versos
y en cada caricia
descubrir que hay huellas de tinta azul
que no se borran de mi espalda.

Eres un libro de hojas antiguas
cuyo olor fue tostado por el Sol
en tardes de arrullos y sueños
en volandas del viento,
que pulía cada letra
y las redondeaba a su antojo.

El resultado de unas líneas que se unen
en tus cuatro puntos cardinales:
el norte de tus ojos infinitos,
el sur de tus labios
que encierran todos los besos
que nos quedan por darnos,
y el este y el oeste
tan calmados y marcados
como tus mejillas,
en las que reposan mis dedos
que terminan perdiéndose por tu pelo.

Un poema recitado en voz baja
a la luz de unas velas
mientras el agua baña nuestros cuerpos
desnudos de miedos,
ganadores de pasados,
destructores de límites.

El cielo fue testigo
de ese amor sin medidas,
y solo él entenderá
que no puede aplacar
dos corazones como estos:
tan desbocados y tan nuestros.

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