miércoles, 28 de agosto de 2013

Compradores compulsivos

Nos vendieron la vida sin garantías
para no admitir devoluciones
a deshoras.
Con miedos,
peligros,
monstruos,
destellos,
distorsiones,
dudas.
Extras en oferta
creados para disminuir
la cantidad global de endorfinas
en el cuerpo,
envueltos todos
en áspero papel de regalo.
Nos prometieron cascadas
y nos dieron arena.
Vinagre para las heridas
en lugar de agua oxigenada.
Escozor y frustración
en un pack 2x1,
IVA no incluido.
Nosotros,
compradores compulsivos
y esclavos del capitalismo,
aceptamos el trato.
Nos hipotecamos con nuestra sangre,
firmamos en gotas de sudor,
marcamos todas las casillas
con una cruz sobre nuestros hombros
y permitimos una modalidad de pago
a plazo fijo con altos intereses.
Nos descontaron las ganas
por cada segundo
y añadieron trampas para ratones.
Pero justo antes de la entrega,
el paquete al completo convulsionó
dentro de su propio embalaje
y se transformó
en un saco de cal pura.
Pagamos en efectivo y
con antelación:
ahora solo tenemos
un manual de instrucciones
con tendencias suicidas.

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