sábado, 24 de agosto de 2013

Antes de salir de casa

Una ducha
para despejar
las malas vibraciones.
Crema hidratante
para suavizar el alma.
Ropa
que tape
lo suficiente
como para que no aprisione.
Zapatos
que protejan los pies
de posibles golpes.
Un bolso
donde meter las manos
y encontrar pequeños o grandes
recuerdos
(nota: preguntar truco a Mary Poppins).
Una barra de labios
que perfile las sonrisas.
El pelo
alborotado
que incumpla las leyes
del viento.
Llaves
para entrar
por aquel lugar
que hemos dejado atrás.
Un espejo
que nos diga quiénes somos.
Un libro
para inspiración furtiva.
Un bolígrafo
(o pluma)
con el objetivo de capturar
en tinta
pensamientos que vuelen.
Una cámara de fotos
capaz de actuar como ojo.
La cabeza
sobre los hombros
y alta,
que no se pierda
por las calles
y el asfalto,
que no persiga el humo
de las colillas,
que no caiga
entre la multitud
y forme parte de la masa.
Y,
por último,
un alma descontrolada
dispuesta a beberse los rincones
ocultos
de cada ciudad.

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